miércoles, 17 de noviembre de 2010

Fragmentos de un evangelio apócrifo

Jorge Luis Borges (Argentina, 1899-1986)

1.

2.

3. Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.


4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.


5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.


6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.


7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.


8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a si mismo.


9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.


10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable


11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha esta en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.


12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.


13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.


14. Nadie es la sal de la tierra, nadie, en algún momento de su vida, no lo es.


15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.


16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.


17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que el cree justa, no tiene culpa.


18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.


19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.


20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.


24. No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.


25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.


26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.


27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.


28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.


29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.


30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y este, de la tristeza y del tedio.


31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.


32. Dios es mas generoso que los hombres y los medirá con otra medida.


33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.


34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar


39. La puerta es la que elige, no el hombre.


40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.


41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena


47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.


48. Felices los valientes, los que aceptan con animo parejo la derrota o las palmas.


49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.

50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.

51. Felices los felices.

lunes, 8 de noviembre de 2010

EL FIN DEL MALEFICIO

…atravesamos las palabras, luego los conceptos y allende a las metáforas, penetramos en ese mundo alargado y viscoso de todocontinuidad.

… tal vez haya algún dios, o una luz, o la nada, ¿O?

Más acá estamos nosotras y ellos, intentando atinar alguna perspectiva precisa.

Desde la metáfora de la modernidad periférica, en un más allá dónde se suceden sucesivos terremotos culturales, existe un sitio enclavado en la dimensión maravillosa. Es real, aunque ello suene a tierra y a infierno al unísono y, en el revés de estas palabras, también haya autenticidad.

El espejo sumergido en la tierra hecho de tiempo y de agua no es el de Heráclito y eso es una bendición contradictoria. Tampoco hablo del espejo de Alicia, -aunque sí en cierto sentido-, sino de los espejos de Borges, y tangencialmente, del espejo del innombrable.

Claro que a través de cualquiera de ellos pueden ser mirados los otros.
Claro que en ninguno de ellos, nuestro reflejo tiene preeminencia.

De cualquier modo, un espejo es necesario, no para… sino para romperlo: ya no hay temor a los augurios atrapados en las mano, porque todo lo terrible y vergonzoso del mundo humano está pasando.

Tal vez los espejos que no hemos roto sean demasiados.

…época en la que todo lo bueno ha sido dicho, ¿y no hecho?

Transidas de desencanto nos hallamos, arrolladas por conocimientos bien heredados.

Maniatadas a una cultura que vibra su absurdidad al unísono como eterna y efímera; ella amenaza con desplomar la paradoja encima de todo lo humano cada tanto tiempo.

¿Será éste, el tiempo del cíclico terremoto cultural? ¿Seguiremos recorriendo cementerios para exhumar cadáveres? ¿Los vivificaremos y vestiremos para re-presentarlos en la escena? Eso es lo que sentencia sórdidamente el espejo.

—Le creo al ESPEJO, ¿Cómo no hacerlo? ¡Es tan real! Pero antes deberemos acreditar la procedencia, describir los lugares donde la palabra creencia tañe su significado. Ya no seremos capaces de engendrar sino lo viejo, sino lo mismo, eso dice él. ¿Pariremos ancianos que rejuvenecerán su ventura conforme pasa el tiempo? ¿O también el ciclo de la vida ha caído en la redada?

Tensaremos la cuerda para erigir (aún más) el Estandarte agigantado (por el reflejo) del conocimiento: allí está Él, majestuoso, instituido, inamovible y de acero inolvidable. Aquí estamos nosotros, instituyentes, agrietados e imprudentes, irracionales y alarmados.

…pero ocurrió que un día… el Estandarte casi cae al suelo y nosotras, que creemos en todo lo que vemos: en el martillo, en las grietas, en los orificios construidos…, padecimos de un pavoroso pánico.

No sólo el agua horada la piedra, también lo hace el olvido, Agustín antes de ser santo lo explica mejor que nadie con otros espejos rotos.

El Estandarte que refleja la larga historia, un día casi se vino al suelo, cuando la locura hecha piedra lo amenazó gravemente.

—Espejo (susurrado), están por darte, ¡cuidado!

—Espejo, mueve tus piecitos a un lado, un poquito, para salvarte.

… pero no pudo hacerlo, porque tenía los pies enterrados en el profundo suelo. Así, ni el espejo, ni el Estandarte que también corría peligro de ser abatido pudieron moverse.

El Estandarte observó detenidamente, como se desmoronaba el vidrio en el suelo… esa precisa circunstancia se asemeja, cada vez más, a una antigua pena que todos lloramos en silencio.

¡Ha transcurrido por fin el tiempo que duraba el efecto del hechizo conjurado por los espejos rotos! Silencio, estamos a punto de ver el modo en el que se rompe el maleficio.

¡Alegría, alivio!


Resultado:

1- No hay más espejos enteros.

2- No hay más superficies vidriosas dónde mirarnos (de aquél modo).

3- La dualidad ha muerto, o eso dicen algunos textos; también se afirma el

argumento contrario.

4- Seguimos queriendo creer en el reflejo, (en su apariencia).

5- Queda el intersticio y tal vez, la repetición mecánica,

…la verdad, cuya madre es la historia…

la de Quijote y la de Menard.

Las dos voces se alzan en contrapunto, -son mucho más que dos acordes-,

ellas corean sus visiones en contra del espejo.

6- Casi se ha extinguido el maleficio, casi está desvanecido.

7- No es seguro que el vidrio permanezca roto ni irrompible de forma

definitiva. Algunos aseguran haber soplado nuevamente la gota caliente.

8- Hay una cantidad inmensa de responsables.

9- Hay una cantidad inmensa de arrepentidos.

10- Hay una cantidad imprecisa de castos de espíritu.

11- Queda un ejemplar de cada uno para el museo: estandarte, espejo, reflejo.

18- Del río nos sigue llegando el arrullo melodioso.

19- El canto cadencioso de las sirenas sigue aletargando los cuerpos.

22- Todo lo que antes estuvo en el espejo y en su reflejo permanecerá allí.


…redimidos del trágico padecimiento al que el Estandarte nos querría seguir sometiendo. Reflexivo: en el que hemos sometido como culpable al Estandarte.

—Sujeto cuarteadito, sujetado al precipicio: ¡cuidado con los abismos! Los abismos poseen un encanto parecido al que procuraban los espejos. Los precipicios no pueden ir más hondo de lo que ya lo han hecho; han tocado fondo y nosotros con él, lo hemos rozado hasta al hartazgo.

La figura del extático se obnubila ante la paradoja y se deja arrastrar por el juego, ahí permanece todo lo que dure el asombro, que por ahora, abarca un corto segmento de tiempo.

El otro lado del espejo acapara sus transformismos.

La hipótesis del espejo (sin rotura alguna) ha de ser abandonada a partir de este texto, pues carece de la posibilidad de engendrar sentidos para el goce (…).





Haces y hacés: pequeña serenata transatlántica

La generosidad y la miseria se debaten a duelo y danzan un tremendo mundo incenciado.
Ambas conviven como dos espectros que blasfeman el uno del otro, es una tertulia de locos de dolor, ateridos. Variación de un mismo lecho, quiero decir texto, simpre me confundo con las palabras que porfían.
Cuál de los dos te castiga menos en la ausencia, eso quisiera saber, no tus defectos. Por la moral, por la moral, por la moral decrépita que se sale de la vaina marchita (machista). Encarcelado: yo también duelo de tu reja, de tu alambre, dorado.
Entrar en el tiempo, abrir un hueco desmedido y dejar de vagar por las adyacencias del tiempo indefinido. ¿Por qué ibas a renunciar a una parte pudiendo tenerlo todo? nadie lo haría
De una mañana preñada de maravilla… He olfateado el suelo y me trago la metáfora que desentona su símil para decir lo que no es posible ser dicho:
No hay belleza en el horrible mundo sino grotescas formas y griteríos en las calles. De tu contradicción excesiva es de ahí de donde alborea la aureola.
Andrajoso por las calles inseguras y en penumbras te escabulles en busca de un tesoro que se encuentra a la luz de la luna, también hay un cielo que a veces te guía pero la mayor parte de las cosas las hacés a oscuras. Es que todos venimos de la oscuridad profunda, de la misma que obliga a encender la vela un día. En qué reducto cuchitril te escondés que no te encuentro cuando te busco, la vela pagada mantiene la oscuridad encendida. Por necio que seas, sos aún más viejo y los años que apenas cuentan en tu frente se esconden en tus talones bien guardados de la mirada inquisidora. Mientes y creo ¿Por qué iba a ser yo quien falte al juramento de la escucha sincera si es otro el que habla de un modo improcedente? ¿Cuánto podremos tirar de tu máscara sin que caiga tu careta?
Amor sutil te agazapas en los cuerpos toscos en las lenguas muertas en los corazones fríos de este mundo y aún así no dejás de destilar las gotas de belleza que colecto una a una para engarzar mi adorno.

jueves, 4 de noviembre de 2010

ESPERA SIN ZAPATOS DE TACÓN

un cuentito de otoño-  

Ella estuvo en la ventana viendo cómo corría el agua mientras llovía, él no llegaba ni llegaría, ni de un momento a otro tampoco. Entonces se dijo a sí misma cosas con un aliento tan sutil que apenas se oía y es por la imposibilidad de escuchar que no transcribo las palabras que emergieron en ese momento.
Pero al verla, pensé que su personaje estaba en el deterioro mismito, tratando de no derrapar la ginebra a una hora tan imprudente como es las diez de la mañana. Por casi nada más que por el aroma que sale hacia fuera y todos perciben y después comentan. Dicen tonterías nomás, nada verdadero; esas palabras se las lleva el viento con las hojas que se han secado después de la lluvia.

En cambio, ella seguía orillada en la ventana contemplando los linderos pasillos de las sensaciones aviesas. Para qué pronunciarlas en un estado tan impío, porque, aunque no hay dios que castigue, sí que se sabe del peso que las piedras tienen cuando caen, más en un precipicio como en el que ella se estaba mirando tan desde arriba. Allá, en las alturas de la ventana, un hueco chupaba con fuerza la mirada y atraía cosas de profundas intemperies.

Huelga decir que estaba todo vacío, para qué repetir obviedad que se sabe desde siempre.
No hay personaje más verdadero que el que ella se ponía para salir de la casa los viernes. Desde el filo de la ventana lo amoldaba durante varios días hasta que lo conseguía poner en maravilloso uso decente. Entonces ¡listo!, se decía a sí misma, y se lo introducía de apoco, o ¿era ella la que se ponía dentro del personaje? Esa precisión no la pude argüir del todo.

Una habitación parece poca cosa, si se compara con el recorrido por el mundo que algunos hacen. Pero atenidos a la espera, la habitación, comparada con el tiempo de espera, puede ser devastadoramente grande, máxime, si las paredes no tiene papel tapiz para contar las mariposas y las correspondientes flores.

Al fin ella dijo que no importaba tanto, que la espera fuera tan larga. Al fin ella dijo que era indefectible que las cosas pasaran así tan de la alegría a la pena y vice-de-la-versa. Al fin, decidió salir, pero retrocedió sobre sus pasos porque recordó que no había juntado los postigos de la ventana ni había corrido los visillos en los vidrios, y que así, sin zapatos, no podía ir a ninguna parte a esa hora del día.

Más le hubiera valido salir descalza, porque cuando cerró la puerta y ésta se golpeó con el viento que ahora corría, el susto le alarmó los pájaros y se le volaron todos de una sola bandada por la boca. Así, con pájaros dando vueltas, era tanto más difícil salir. La tristeza ya no estaba porque ahora el susto le duraba en las piernas y los pájaros andaban de aquí para allá buscando las flores, sofocando el ambiente, destilando trinitos por todos lados, augurando la belleza que tal vez llegaría de un momento a otro. El poquito de seda brillante la convenció para quedarase a esperar un rato más, a ver, se dijo, si por fin él llegaba.


Si él hubiera llegado a la hora de la noche en la que habían acordado la cita, ella no hubiera estado lista como ahora lo estaba. Hubiera estado calzada, demasiado cerca del mundo, poco extraviada en sus propio paisaje como para que el encuentro se produjera. Ella hubiera avanzado por la piel de él casi como cualquiera, desesperada, y seguro que él no hubiera podido saber cuánto ni de qué tamaño ni en qué forma. En cambio, la espera había transformado toda esa nada trivial en una nube de polvo, algo gris, es cierto.


Al fin encontró una palabra que le gustó para ese momento de las horas en densa fuga, y dijo: letargo; pero no como otros lo hubieran dicho, lleno de melancolía, sino atravesada por una mano inmaterial pletórica de auxilios. Y escribió en su frente otra vez, pero en susurros para escucharse sólo ella en aquella penumbra que ahora había: letargo. Se sentó al filo de la cama para atrapar los pájaros que ahora estaban un poco desordenados de tanto dar vueltas por todos lados.
No habría truculencia. Ni ella se comería ninguna parte que le sobraba porque, hasta ese momento, no le estaba sobrando nada. Después sí que habría cosas que tendrían que ser amputaditas para poder saber vivir un tiempo en mejor estado. Ella, después de no querer esperarlo más, bajó por las escaleras y se comió la puerta de salida, para no tener problemas con las llaves cuando regresara; porque presentía que iba a perderlas cuando se sentara en el banco de la plaza a mirar fijamente la corteza de los abedules.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Hombre (silvio rodriguez)



De quererte cantar sufro disnea
bastante más allá de los pulmones.
Tu sombra brilla hoy en la pelea
mayor de la conciencia y las razones.
Por ti canto de pecho,
como el sueño en que giro
y leve, como aún respiro.
Por ti adelanto trecho

a lo que falta en tono
y canto lo que no perdono.

Hombre, hombre y amigo,
aún queda para estar contigo.
Hombre, hombre sin templo
desciende a mi ciudad tu ejemplo.
 
Supiste cabalgar contra quien odia
desde su torre de odio y exterminio,
pero, en mi parecer, te dio más gloria
el alma que tallaste a tu dominio.

La medicina escasa,

la más insuficiente

es la de remediar la mente.

Y la locura pasa

risueña cuando engaña,

cual odio de la propia entraña.



Hombre sin apellido,
un poco de piedad te pido:
hombre, ay, todavía,
que un tanto más allá está el día.
De la melena inculta a la calvicie,
del número inicial a lo incontable,
desde la tumba hasta la superficie,
tras breve veinte tan multiplicable
me llega un canto alado
de fiebres de la infancia,
me brota la invención del ansia
y entero y mutilado,
furiosamente a besos,
te doy mi corazón travieso:
Hombre, hombre sin muerte,
la noche respiró tu suerte,
hombre de buen destino,
y hay luces puestas en camino.