Tengo miedo a la creación literaria, soy panicosa por sobre
cualquier emoción, sé que la puerta que se abre en cada letra es un abismo,
cada palabra un umbral de desorden. Temo
al lenguaje, siento las vibraciones del lenguaje, a veces me penetra, otras soy
yo quien juego a seducirlo y casi lo
logro, el peso de la lengua en mi cabeza, el peso de mi lengua castellana
entre sus piernas, en mis pensamientos, en mis manos. Temo a la furia de Orfeo
en el otro lado de la montaña y a sus amenazas, intuyendo el caos que todo lo
desborda, los sueños de los muertos que vivifican los días, las muertes
disonantes de cada ser viviente. En el magma de la creación la lava ardiente se
derrama y soy la lava y la superficie y el poco de materia que se cristaliza y
soy el ojo que mira silente la belleza. Acaso es lava ardiente o es esperma o
mi imaginación haciendo una continuidad de parques interminables que me llevan
una y otra vez hasta Julio. Quizás los días de claros-oscuros han sido
demasiados, quizás la piel que vibra esas sensaciones de sol tostado en la
epidermis ya no es mía y el dolor
agigante todas las grietas por las que me cuelo incontinente. Quizás en
la oscuridad, que no carece de matices, he visto las fauces del infierno, cual
boca abierta que todo lo devora, que nada sacia consumir todo a su paso, los símbolos los días los
vientres y el tiempo: todo, todo de todo. Entonces como en un sueño de éxtasis
algo emerge a la superficie, algo se hace costra, cicatriz, horror de belleza
que cuando es siniestra duele. Esos ojos de doncellas vírgenes, de pequeños
querubines custodian la aurora, insignificante en mi humanidad los miro mirarme
y temo. Crear la aurora, crear el sueño, hacer de la superficie porosa una lisa
gasa de seda que esconde el dolor de miles de sueños muertos. Ante los ojos perturbados no se distinguen
milagros de anhelos rotos, de amores desgraciados, en cambio es en la creación
literaria donde una palabreja al lado de otra formará el cortejo del sentido
donde todo puede suceder. Los desvelamientos literarios son más peligrosos que
las visiones en la madrugada, porque la letra cual gubia hiere la materia
inerte del tiempo y la sutura. Entonces, el amor recorre con su dedo suave la
piel del dolor hasta llevarlo poco a poco, en sutil desmayo, al cielo donde
todas las palabras son la otra forma, la alquimia medieval de los elíxires, la
transformación de cualquier carroña en oro, en muérdago, en piel de hoja seca
que no deja de ser el grito absorto de lo que estando vivo sabe atravesar el
candil negro y sin ser muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario