La vida de la hormiga negra, no hay parámetros de
belleza, su mundo es sencillamente el de la piedra el de la tierra el de las
hojas caídas y en ese sórdido devenir su ir-venir es certero. Ella sabe de
dónde viene y a hacia donde se dirige. Tiene un camino marcado de antemano o
eso parece a nuestros ojos humanos tan humanos que no pueden prescindir del
sentido riguroso de las averiguaciones aviesas. De la vida de la hormiga todo
ha sido dicho excepto, claro, que ahora las descubro por primera vez y las miro
con una mirada extraviada de ella misma para saber m+as de mí misma sin
hacerles el daño... ¿y yo iba a ir por ahí intentando matarlas con un químico producto? Ellas están ocupadas, me ignoran y eso es un privilegio
porque gracias a ellas puedo ser, a pesar de ellas, algo que nunca hubiera sido, una atenta atendedora
de sus vidas, que la mira y las miras y no les pierde pisada. A esta altura de
la siesta sé que ellas viven de deprisa, más convencidas de sus vidas que yo de
la mía y están urgidas por un melodrama vital, acarrean, van y vienen están
concentradas en una tarea que es demasiado privada para que yo la entienda. Sobre
todo, eso, no están en el mundo para ser entendidas por nadie, viven su vida
diaria, diurna y nocturna, a veces sonámbulas, y me ignoran tan sabiamente que
me privo de pisarlas por si acaso son ellas el misterio del universo que ando
buscando y sin saberlo lo desvelan paso a paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario