domingo, 8 de junio de 2014

El hombre que está solo y espera


El hombre que está solo y espera Raúl Scalabrini Ortiz

"En un ejercicio de imaginación comenzó a pubescer. Dejó de ser inocente antes de no serlo. Lujurió sus pensamientos sin macular su castidad, sin curtirla en los preparativos con que toda acción acaece. Los pensamientos lúbricos ahuyentaron aún más a las muchachas que pudieron ser sus amigas e impidieron los descargos de camaradería sexual, a los que hasta esa época pacata hubiera accedido. Se educó entre varones. Las mujeres eran forasteras en sus discordias, en sus holocaustos, en sus refocilos, y casi rivales en su espontaneidad. Las mujeres querían una cosa, el hombre otra. El que menudeaba su relación con ellas era descalificado en los círculos de varones, era casi un infiel: era un “maricón” o un “caliente”. Una voluptuosidad vergonzante le señalará con un deseo insaciable y agotador".


"Si el intelectual no es escritor, su infidelidad no es de menor calibre. Un título universitario cualquiera basta para que un hombre inteligente caiga en la pedantería de evaluar en más su título que sus aptitudes exclusivamente humanas. Deja de ver al hombre en los otros y en sí mismo. En no más de cien libros técnicos pagan su menosprecio al iletrado, que quizá es sabio en lecturas y en 
doctorados de vida". 

"Dos fuerzas convergentes en su punto de aplicación, pero divergentes en la dirección de sus provechos, apuntalan la prosperidad del país. Una es la tierra y lo que a ella está anexado y es su índice; otra, el capital extranjero que implantó mejoras y la fertilizó".

"Presionados, sus sentimientos se filtran en hilos semejantes a ideas finísimas que van, de uno a otro descontentamiento, diseñando imágenes móviles, indiscernibles todavía. Es una rebeldía incongrua; es el desacuerdo de un hombre impotente para especificar la molestia que le irrita. Es una disconformidad consigo mismo que se traduce en amores y en odios revueltos, que se inervan mutuamente, es una vorágine donde todo se confunde y precipita enloquecido. El hombre mira, palpa, observa. Ve lo dicho y lo hecho, ve la flagrante contradicción y se detiene bloqueado por 
tenuidades inconcretables. Todos mienten y él no sabe porqué".