lunes, 24 de abril de 2023

Odisea cuyana


Como ir de la tragedia a la comedia en un día y sobrevivir a los experimentos literarios. Pongamos que es lunes, una injusticia que alcanza a una cantidad de gente es noticia de los diarios. Se generan las opiniones diversas, las tristezas de los que perciben la pena de los que sufren el mal del día. Todo se acelera, ya no hay males de época como antes había, sino para un par de semana alcanzan las pesadillas que unas a otras se suceden. Pongamos que es martes, se genera un atropello de derechos que ha llevado una lucha de muchos años conseguirlos, muerto el derecho llorada la pena sin tiempo para hacer el duelo. Pongamos que miércoles se limita una repartija de dinero que antes habíamos puesto a través de los impuestos, perpetrado el robo, estafas en la cara te quedan como cicatriz. Recordamos más al lobo cada día y también a las lobas que corren pero por desiguales motivos. Como las marcas en los rostros repelen, nadie pregunta cómo es que las hicieron y se naturaliza todo lo que entra en la bolsa del viejo que recorre los bosques. Pongamos que es jueves, para pagar todos las cuentas no alcanza entonces se selecciona con cuidado una parte y se descuelga la otra. Hay cuentas que no pagaremos y por eso tendremos intereses que tampoco pagaremos porque si no se puede con el neto menos con el incremento. Pongamos que es viernes y hemos dado por cerrada la semana y se anuncian destierros, fogatas en las calles, otro montón de bolsas con injusticias, robos, maldades, mentiras y codicias. Pongamos que parte de los televidentes aprecian las cosas que no pasan y parte de las novedades que se fabrican para mantener el clima de tragedia. Acaso tristes pero lúcidos se reconfortan en la suerte de, al menos, saber quién es quién entre la multitud aturdida. Felices ya no vamos a ser. Ricos ya no vamos a ser, sabios ya no vamos a ser, sanos ya no vamos a ser y sólo queda la risa dolorida de la ironía. Resignación para el alma y para el cuerpo implica un esfuerzo espiritual que no vamos a hacer. La pereza cae como lluvia sobre los cuerpos que se paralizan. Se ha logrado el objetivo de volver enemigo al amigo querido. Mientras con tu flota de compañeritos vas por los mares luchando contra vientos infames, peleando contra voces de sirenas, jugando con tus compadres de navío a amores ilícitos, mientras todo eso pasa, querido Odiseo, acá allende los mares, vemos las paredes del tiempo caer como si las pinturas derramaran los colores. Se derriten las prendas con la que han vestido a tantos a través del tiempo. Es tiempo de ocaso, de otoño, de tragedias, de llantos e impiedades. A un chasquido de dedos nos dejan la comedia para mirar por el dorso a las fauces humanas. Es trágico el presente mientras te ausentas. Esa construcción del hombre ausente nos ha legado un aprendizaje inconmensurable. A pesar de todo, no es un país de mujeres aunque podría serlo.
  Pensar en tu regreso, no es menos dramático, de llegar a estas montañas tan lejos de las costas, ya viejo, triste, cansado, con un montón de hijos ilegítimos, con perdones que dioses te han dado,  no sé si te valdría la pena. Realmente, acá no   encontrarás glorias, sólo reproches, desplantes y poca comida. Hay que ver los días en que he amanecido mirando el mar, esperando retornos, de qué habrá evitado mi sueño arrinconarse para alargar los ojos tanto y con tan estéril recompensa. Es vacío el presente de cordura, lo sé por el sentimiento cómico que acecha. Mientras había tragedia para contar era tenue el equilibrio, ahora que la risa de la hiena acecha, que el eco de la carcajada se emula, el futuro canta de una manera trémula su impaciencia. Escribir podría en verso, en soneto blanco, en letra de tango, en consonada tonada cuyana, en prosa poética, en ilustrado léxico y  a pesar de ello no lograría decir lo que se ve desde la pendiente. Los que han usado las palabras huecas a su favor han dado el tono al coro que en vez de elevarnos, como es propio de las virtudes del canto, dan monocorde modulación a tiempos desesperados.  He tejido la mortaja día tras días, y deshecho el trabajo noches y noches hasta que decidí irme de las esperas por tu regreso. De los mares no llegan alivios, ni hay señales que ya no se develen. Acá en la cima los cantos de cóndores me han aliviado, las lunas llenas me han tornado los ojos y el clima áspero me ha templado el cuerpo. Lejos queda todo aquello y las recompensas que develan los sortilegios caen una a una en mi caverna. No se vive igual que en Ítaca, hay que reconocerlo. Las islas tienen sus encantos sobre todo para quienes las abandonamos y las miramos en el recuerdo. Haber perdido una isla es cosa adversa, pero abandonarla es una decisión que a todo lo demás precede. Han pasado ya casi doscientos años desde las últimas grandes migraciones, ya no llegan barcos de exiliados ni mártires de guerra. No llegan viajeros dispuestos a conocer el fin del mundo para cambiar las teorías. Ser Penélope en la isla era un destino, en cambio guardar el nombre en la montaña me ha traído un cántaro de barro repleto. Las piedras y las perlas se parecen en el hilo que las une. El mutismo de la altura para algunos es mal de puna, en cambio engarzar cantos es orar el silencio.