martes, 25 de agosto de 2015

Conversaciones de piernas cruzadas con Mario Benedetti entre su poema “Piernas” y mi texto PiernaS.

Las piernas son la gloria, en las horas oscuras se mueven, las piernas de la amada, se acurrucan, se estiran, se cruzan, se pierden, se entrelazan a las mías, me aprisionan, traman un nudo imposible de desenredar, luego, con la llegada del día esas mismas piernas por donde corre la ternura caminan por el suelo frío buscando la humedad del pasto, son fraternas, aunque pisan las hormigas, las hojas, hasta llegar al agua del río que corre imperceptible debajo del árbol y chapotean en esas aguas inciertas, prenatales, que cuando se abren buscando el infinito, abren y abren y abren las puertas las ventanas los pozos ciegos del inconsciente y apelan al futuro como un rito. Otras veces esas mismas piernas son dos palitos que como las partes de un compás marcan las hojas blancas de las calles por las que caminan y caminan y corren y saltan llevan esos pies a recorrer el mundo silencioso que las hace más dulces y más tiernas, que apenas escucha esas pisadas despierta alborotado, se despereza, cuando las piernas avanzan la ciudad  también se despereza, se hace mañana, algo de la aurora se siente contagiada a caminar con ritmo de amor de piernas encantadas que andan por el mundo como si nada importara, contentas de ser libres, de deslizarse por cualquier recoveco, piernas que no se sienten acorraladas porque a todo lo enfrentan sin miedo, pero también las piernas son cavernas total saben perfectamente que el cuerpo del hombre que sostiene la cabeza que se apoya en esas piernas tiene un corazón tan lleno que ni las balas de goma pueden detenerlas allí donde el eco se funde con el grito. Quién sabe a dónde llevarán esas piernas andariegas al hombre que las alimenta cumplen con el viejo requisito, y que cuando se plantan en la tierra echan por los pies raíces como el árbol más viejo y los brazos se estiran hacia el cielo hasta tocar alguna nubecita que pasa. Quién sabe a dónde llegarán esas piernas cuando se suelten de la tierra que las amarra, de las manos que las acarician, de los pesos que las arrastran de buscar el amparo de otras piernas y se llenen de alitas de pájaros y levanten vuelo y se lleven al hombre de las piernas tan lejos tan lejos a mirar todo desde la torre más alta donde cabeza abajo y piernas arriba en picada libre se ve el mundo y también se ven los otros hombres que con solamente dos piernas van empujando el día entero hasta convertirlo en noche llena de estrellas que iluminan y buscan otras piernas que,

si se separan como bienvenida

las piernas de la amada hacen historia
mantienen sus ofrendas y enseguida
enlazan algún cuerpo en su memoria
cuando trazan los signos de la vida
las piernas de la amada son la gloria.