miércoles, 6 de abril de 2011

Hombre reloj

22 de febrero 2011
Mezo tus manecillas en mi contorno y me acuerdo de Cortázar todas las veces, es uno mismo quien es regalado al reloj. Ya que te consulto espero alguna respuesta no tu quietismo de imágenes auditivas, una que diga algo tan certero como la hora en punto que es y no es en este mismo momento.

Hay… creo que antes había… un tic tac que marcaba algo, parecía una murmuración sobre cómo y de qué manera el corazón te latía. ¿Acaso hay diferencias entre las cinco y cuarto del lunes o la misma hora del martes siguiente?, o ¿acaso el curso de las horas del próximo lunes guarda algún secreto con las cinco y cuarto de este lunes arrugado? Y ése es el problema, mientras pienso en el tiempo y lamento que las paradojas se ondulen, me digo que todo eso sólo tiene sentido si estás cerca y hablamos de cosas que son así… inútiles y resbaladizas.

Atrasás, otras veces esperás en el futuro a que llegue, ¿qué cosa? Silenciás la respuesta a través de tu cristalina murallita nada china. Otro día te encontrás con el presente y decís: ¡esto ya lo he vivido! Como estás aventajado creás las escenas, mejorás las posiciones de las flores, apagás el teléfono por un rato, disfrutas de la neurosis, escenificás a gusto una nueva vuelta de tuerca. O quizá solamente te aquietás de golpe a las diez con diez y levantás las manecillas como diciendo ¡acá estoy!, ¡acá estoy!

Es que a vos como a mí te atraviesa el tiempo y vamos cocinándonos a fuego lento; confundir fuego y juego no es tampoco un mal hábito íntimo. Yo también he visto el resplandor de las luces que irradian desde el interior de la tierra e iluminan a las copas de los árboles desde abajo, también desde la distancia he visto el dibujo que se traza en tu cercanía.

Veo el negativo de tus fotos viejas y justo ahí te viene un relentizaje, anacronizás los adjetivos y hablás de las partes que hubieran podido ser y no fueron. ¿El paisaje interior se vería igual desde tu lejanía?

Maquinás cosas justas muy justas, pero fuera de tiempo y eyectadas de lo que tu tecnicismo suizo perfecto soportaría. Has dividido los cuadrantes, las luces del día y la noche en cada parte del hemisferio, pero a fuerza de continuidades se te han atascado los engranajes.

Tu fino sistema está en punto muerto, no marca las horas, no sale de su escondrijo, no sabe si es hoy o es mañana, no sabe que el Tiempo lo tiene encarcelado, no sabe entrar en el tiempo en la historia en el día a día y ¡aún así! ha anidado en la raíz de la belleza: da el paso hacia el lugar en el que se agrieta el cascarón del huevo: va desgarrando una a una las figuras de la realidad como si fuera ella una tela: atraviesa las blandas capas de fibras del algodón: y así, casi sin darse cuenta, vuelve el mecanismo a echar a andar su relojería preciosa, el tic tac del Big Beng por fin se reactiva y marca las diez y diez en un lunes nuevo dónde otra vez se oye el escándalo del latido.







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