Toco la gota con la punta del dedo. Deslizamos juntas por el cristal hasta el fin del mundo. Acá estamos ella, la gota y yo coincidiendo en este inminente play. ¿De qué lado de la realidad llueve más? El I Ching me dijo agua en cada hexagrama que estudié en el año y también tuve esos sueños llenos de agua. Escribir es un peligro a veces. La gota late en mi mano un rato soy su madre y carcelera. Me amigo con los mares que atravesé en la presencia de esa gota. Volver a la ventana y abandonarla a su suerte sobre el cristal, dejar que vuele con el viento en hilito… a cambio la pequeña llama crece en la vela, lentamente. Se produce la alquimia y fluye la gota que ahora flota en la llama que mi mano acuna para abrigarme el alma. Leí el remolino de Liliana Bodoc, que no recomiendo leer a solas. También vi Rashomon, y comprendí la cercanía entre el agua y el fuego en esa escena final en la que el fuego se ve sobre el agua en una contradicción semántica que trina de belleza. El agua.
Foto: Gabriela Cammertoni y yo la transformé.
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