lunes, 8 de noviembre de 2010

Haces y hacés: pequeña serenata transatlántica

La generosidad y la miseria se debaten a duelo y danzan un tremendo mundo incenciado.
Ambas conviven como dos espectros que blasfeman el uno del otro, es una tertulia de locos de dolor, ateridos. Variación de un mismo lecho, quiero decir texto, simpre me confundo con las palabras que porfían.
Cuál de los dos te castiga menos en la ausencia, eso quisiera saber, no tus defectos. Por la moral, por la moral, por la moral decrépita que se sale de la vaina marchita (machista). Encarcelado: yo también duelo de tu reja, de tu alambre, dorado.
Entrar en el tiempo, abrir un hueco desmedido y dejar de vagar por las adyacencias del tiempo indefinido. ¿Por qué ibas a renunciar a una parte pudiendo tenerlo todo? nadie lo haría
De una mañana preñada de maravilla… He olfateado el suelo y me trago la metáfora que desentona su símil para decir lo que no es posible ser dicho:
No hay belleza en el horrible mundo sino grotescas formas y griteríos en las calles. De tu contradicción excesiva es de ahí de donde alborea la aureola.
Andrajoso por las calles inseguras y en penumbras te escabulles en busca de un tesoro que se encuentra a la luz de la luna, también hay un cielo que a veces te guía pero la mayor parte de las cosas las hacés a oscuras. Es que todos venimos de la oscuridad profunda, de la misma que obliga a encender la vela un día. En qué reducto cuchitril te escondés que no te encuentro cuando te busco, la vela pagada mantiene la oscuridad encendida. Por necio que seas, sos aún más viejo y los años que apenas cuentan en tu frente se esconden en tus talones bien guardados de la mirada inquisidora. Mientes y creo ¿Por qué iba a ser yo quien falte al juramento de la escucha sincera si es otro el que habla de un modo improcedente? ¿Cuánto podremos tirar de tu máscara sin que caiga tu careta?
Amor sutil te agazapas en los cuerpos toscos en las lenguas muertas en los corazones fríos de este mundo y aún así no dejás de destilar las gotas de belleza que colecto una a una para engarzar mi adorno.

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