domingo, 16 de noviembre de 2014

Las siestas de la hormiga negra

La vida de la hormiga negra, no hay parámetros de belleza, su mundo es sencillamente el de la piedra el de la tierra el de las hojas caídas y en ese sórdido devenir su ir-venir es certero. Ella sabe de dónde viene y a hacia donde se dirige. Tiene un camino marcado de antemano o eso parece a nuestros ojos humanos tan humanos que no pueden prescindir del sentido riguroso de las averiguaciones aviesas. De la vida de la hormiga todo ha sido dicho excepto, claro, que ahora las descubro por primera vez y las miro con una mirada extraviada de ella misma para saber m+as de mí misma sin hacerles el daño... ¿y yo iba a ir por ahí intentando matarlas con un químico producto? Ellas están ocupadas, me ignoran y eso es un privilegio porque gracias a ellas puedo ser, a pesar de ellas, algo que nunca hubiera sido, una atenta atendedora de sus vidas, que la mira y las miras y no les pierde pisada. A esta altura de la siesta sé que ellas viven de deprisa, más convencidas de sus vidas que yo de la mía y están urgidas por un melodrama vital, acarrean, van y vienen están concentradas en una tarea que es demasiado privada para que yo la entienda. Sobre todo, eso, no están en el mundo para ser entendidas por nadie, viven su vida diaria, diurna y nocturna, a veces sonámbulas, y me ignoran tan sabiamente que me privo de pisarlas por si acaso son ellas el misterio del universo que ando buscando y sin saberlo lo desvelan paso a paso.

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